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No me llames Dolores, llámame Lola: La sobreabundancia de conceptos en psicología.

“Dar una explicación conductual no significa negar la mente, sino conceptualizarla de otra manera”.

La Psicología lleva décadas entre las ciencias naturales y las ciencias sociales, debido entre otros problemas a sus raíces dentro de la historia y a la diversidad que presenta respecto a conceptos, tradiciones de investigación o paradigmas. Es decir, dentro de la propia Psicología científica hay diversas aproximaciones teóricas englobadas en distintas áreas de desarrollo profesional, clínico, social, educación, etc. Esto hace que la situación parezca confusa tanto para los estudiantes como para los propios profesionales de la disciplina.

Es por ello, que debemos de abordar nuestra disciplina como una ciencia posible en la que evitemos cometer los errores que nos apartan del método científico y de todo lo que se considera una ciencia. Como uno de los problemas centrales de esta disciplina vemos necesario analizar el tema de los errores categoriales. Entendemos por error categorial que un término perteneciente a una categoría determinada se sustituya por otro término que no pertenece a dicha categoría. Un ejemplo de ello se expone en Gilbert Ryle (1949), cuando un visitante de una universidad ve una serie de elementos como las clases, la biblioteca, los libros y preguntó, ¿Pero dónde está la universidad? Esto es un error ya que presuponer que la universidad es un elemento físico es falso, en lugar de una categoría de “elementos” de alguna forma relacionados o conglomerados, como los libros, las personas, los exámenes y las notas, todo ello formaría la institución como concepto abstracto, la universidad, no siendo un elemento estrictamente físico y concreto.

En psicología se pueden observar o medir fenómenos como la respuesta de orientación de una persona con la experiencia, su tiempo de reacción ante la presentación de un estímulo, o incluso las áreas del cerebro que se activan en cada caso y por lo tanto podríamos preguntarnos, ¿dónde está la atención? Si identificamos la atención con alguno de los elementos particulares (p.ej. un área cerebral) estamos cometiendo el mismo error que si el visitante de la universidad identifica ésta con los edificios (pero no con los profesores, los estudiantes, los libros o las clases…); y si después de medir tiempos de reacción o actividad cerebral seguimos preguntándonos ¿pero dónde está físicamente la atención?, estamos cometiendo un error de categoría: estamos aplicándole a un concepto general (universidad, atención) propiedades y características (ej. localización física) que sólo son aplicables a conceptos concretos (edificios, áreas cerebrales).

Es decir, que una conducta se tome, erróneamente, como un proceso interno,  mental o psicológico que no puede ser explicado en términos conductuales. Aquí radica el problema del Dualismo, es decir, tomar conductas privadas como procesos psicológicos o mentales. Esto es un error. Los hechos internos no son causas de conducta  sino conductas a explicar. Por ejemplo el hecho de memorizar un número no significa que la memoria sea la causa de haberlo memorizado, sino que este hecho es una conducta, privada, pero como otra cualquiera.

Este tema es tratado en el artículo ¿Qué es conducta?, (Freixa, 2003), donde se refleja cómo mediante el lenguaje coloquial, desde una visión popular, se entiende la conducta como movimientos observables, dejando fuera de la explicación procesos psicológicos importantes. Esta visión de lo psicológico hace que las personas identifiquen a los conductistas como profesionales de la psicología que dejan fuera de sus explicaciones todo lo que no sea observable y que desechan procesos importantes internos o privados a la persona. Es entonces cuando empezamos a caer en los errores categoriales que hacen tambalearse las bases de nuestra disciplina, siendo estos errores cometidos tanto por “el pensamiento popular” como por algunos profesionales de la ciencia.

¿Qué es conducta?, es la gran pregunta objeto de debate y de conflicto dentro de una misma disciplina donde, desde nuestro punto de vista, los conceptos se utilizan erróneamente para ser explicados y no como parte de la explicación, es decir como parte de la causa, (erróneamente),  y no como otras conductas.

Desde el paradigma conductista entendemos que tanto las conductas observables como las conductas inobservables o privadas son conductas, y por lo tanto sería un error categorizarlas como si tuvieran diferentes naturalezas (es decir, asignarles distinto estatus ontológico).

 Pongamos un ejemplo para aclarar la definición de “estatus ontológico”. En ¿Qué es conducta? de Freixa (2003), podemos ver un ejemplo muy claro al respecto, mediante la analogía del iceberg. En ella, se explica cómo un iceberg dividido en dos partes, la parte visible y la parte sumergida (no visible), no deben ser confundidas como categorías distintas, es decir, tanto la parte visible del iceberg como la parte no visible del mismo siguen siendo la misma entidad. No debemos trasladar la parte no visible del iceberg a otra categoría puesto que estaríamos cometiendo un error, esto es, clasificar en diferentes estatus ontológicos. Si extrapolamos este error a las explicaciones de la conducta, no debemos clasificar una conducta privada como un proceso mental, no considerado conducta, solo por la inobservabilidad del mismo. ¿Acaso no es una conducta el hacer una operación matemática mentalmente?, ¿o el pensar en qué ropa vamos a ponernos esta mañana? Desde nuestro punto de vista, son conductas privadas, pero no dejan de ser conductas.

La accesibilidad para observar una conducta no es importante para la naturaleza de la misma. Ponemos como ejemplo una situación en la que una persona se esté afeitando en su baño con la puerta cerrada, ¿dejaría de ser una conducta el afeitarse solo porque no podemos verlo debido a que la puerta del baño está cerrada?, podríamos decir que no.

"Es por ello que no debemos crear categorías excluyentes entre sí solo por la accesibilidad que el observador tenga o no al poder ver una conducta, es decir, que el observador no pueda observar una conducta no quiere decir que no exista o que deje de ser por definición una conducta. Y es esto lo que nos lleva al siguiente problema." 

Cuando una conducta deja de poder observarse, pasamos a definirla, a veces erróneamente, en otros términos y estos conceptos ahora se vuelven parte de la explicación, cuando en un primer momento era una conducta que tendría que ser explicada.
Ponemos como ejemplo, una de las explicaciones de Freixa (2003), en las que menciona el “ser prudente”, (grupo de conductas o comportamiento), como la conducta que tiene que ser explicada y como a menudo se confunde con “la prudencia”, que acaba siendo una explicación. Todo esto sucede al “cosificar” las conductas que se pretenden explicar y al atribuir entidad propia a las mismas. Es por ello que explicamos las cosas mediante la misma definición de la explicación, es decir, “se comporta de forma prudente porque es prudente” y por lo tanto caemos en las llamadas tautologías o explicaciones circulares.

Por lo tanto esto convierte a esa serie de conductas en cualidades, (prudencia), y las tomamos como parte de la explicación convirtiéndose en redundante y tautológico, “El hombre se comporta de forma prudente porque es prudente”. Este mismo error se produce con frecuencia en conceptos psicológicos como inteligencia, agresividad, extraversión, etc.

"Llegados a este punto haremos una pequeña aclaración de los problemas hasta ahora mencionados. En primer lugar hemos hablado de la accesibilidad de la conducta y el error de crear diferentes categorías o estatus ontológicos de distinta naturaleza para conductas que solo difieren en que pueden ser observadas o no. Esto nos lleva en segundo lugar a otro gran error conceptual, como es, cosificar una conducta, “comportarse de forma prudente; prudencia. Lo que nos lleva directamente al problema de las tautologías o explicaciones circulares, es decir, ser comporta de forma prudente, porque es prudente; “como si la prudencia tuviera entidad propia dentro del sujeto”.

Estos procesos mentales que a menudo se asumen como tales no deben ser definidos como la causa del comportamiento en sí mismo, sino  como parte de la explicación de la conducta, puesto que son conductas en sí mismas, es decir no hay que hacer una dicotomización entre lo que es conducta y lo que es mental. Como mencionamos anteriormente, esto puede ser explicado mediante la analogía del iceberg, la parte escondida del iceberg no es distinta a la parte visible del mismo y en ningún caso la parte escondida es la causa de la parte visible, en cualquier caso son el mismo fenómeno a explicar.

Por lo tanto, debemos definir de manera clara y concisa nuestras variables independientes y no atribuir causalidad a cualquier variable mediadora que pueda estar implicada en una conducta.

De este modo, entendemos que la conducta se produce mediante la interacción de la persona con el ambiente y por lo tanto existen variables o categorías relacionales entre el ambiente y la persona que de ningún modo deben confundirse con categorías que se atribuyan al organismo, es decir no debemos atribuir categorías mentales al organismo como si poseyeran entidad propia dentro de él. En realidad estas son variables relacionales, (sujeto, ambiente), nunca causales.

Lo vemos con otro ejemplo tomado de Freixa (2003). Una piedra tiene masa, y el peso es una propiedad o concepto relacional entre la masa de la piedra y la gravedad en el ambiente y no la causa de que la piedra caiga "por su propio peso". Estaríamos ante conceptos relacionales y no causales y en ningún caso cualidades que tengan entidad propia dentro del organismo, esto es "cosificar" una conducta.

Extrapolando el ejemplo al ámbito psicológico, una persona se comportaría de forma inteligente en relación a su medio, pero no podemos decir que esa persona “tenga” inteligencia, entendiendo esta como algo propio del sujeto de forma física, puesto que este error nos lleva a situaciones más serias como buscar la inteligencia en el cerebro. Del mismo modo que una persona se comporta de forma religiosa puesto que va a la iglesia a rezar, (variable relacional, conducta), pero no lleva la religión en ningún área de su cerebro.

A continuación vemos la tabla 1 para aclarar los conceptos anteriores; 

Tabla 1- De la acción a la cosificación
Observación de la conducta (verbo)
 “Juan me contó con todo lujo de detalle lo que pasó ayer”
Descripción de regularidades de conducta (verbo)
 “Juan suele ser capaz de contar lo que ocurrió con detalle”
Calificación de la conducta (adjetivo)
“Juan es bueno contando lo que ocurrió con detalle”
“Juan es bueno recordando”
Cosificación de la conducta
 “Juan tiene buena memoria”
Explicación circular (tautológica) basada en la cosificación de una propiedad relacional
“Juan es bueno recordando porque tiene buena memoria

Para el estudio del comportamiento, todos los psicólogos partimos de la conducta observable, pero si no tenemos en cuenta el ambiente en el que se produce y la interacción que se produce entre el organismo y éste, situamos la conducta como algo inobservable en el interior de dicho organismo y acabamos categorizándolo de muchas formas distintas, con lo cual no podemos entendernos. La cuestión es que en términos como miedo, estrés, ansiedad u otros hechos son fácilmente etiquetables de formas muy distintas por lo que no se expresan de forma precisa y por lo tanto no se miden o explican de forma correcta.

Esto es parte del problema que se deja entrever en psicología y que influye en muchos de los debates que se originan entre los propios profesionales de la disciplina de distintos paradigmas o incluso dentro de los mismos presupuestos científicos del mismo paradigma. Los errores conceptuales hacen que queramos ir hacia el mismo objetivo pero miremos en direcciones a veces equívocas o menos acertadas y por lo tanto hablemos de un mismo fenómeno con distintos "lenguajes" y no nos entendamos. Esto es habitual en determinadas áreas de la psicología donde se dan numerosas interpretaciones, explicaciones y definiciones para un mismo hecho o fenómeno. Términos como autoestima, introversión, autocontrol, entre muchos otros, presentan gran cantidad de definiciones en las que se engloban distintos factores camuflados que no son más que conductas. Si Tarzan existiera y viviera en la selva apartado de todo ser humano, ¿tendría autoestima?, ¿se sentiría mal por tener sobrepeso o por no tener un canon de belleza establecido?, en principio no. Este hecho descarta que la autoestima sea algo interno al organismo o que se encuentre en ninguna zona del cerebro.

A continuación se presenta un resumen de los errores categoriales en la tabla 2

Tabla 2 – Resumen de los errores categoriales
Error categorial 1: distinguir entre conducta externa // fenómeno mental (dualismo)
-       Solución propuesta por la psicología conductual: Todo es conducta
Los hechos internos o mentales no son causa de la conducta ni elementos distintos a ella, si no conductas a explicar
Error categorial 2: atribuir propiedades esenciales a conceptos relacionales (reificación)
-       Las propiedades relacionales no tienen estatus ontológico separado de sus componentes
-       Prueba: aplicamos a la relación reificada (ej. prudencia) funciones (cualidades) que sólo son válidas para propiedades esenciales (ej. mucha, poca, etc.).
-       Hay que distinguir entre fenómeno y explicación del fenómeno
Dar una explicación conductual no significa negar la mente, sino conceptualizarla de otra manera


Referencias


Freixa, E. (2003). ¿Qué es conducta? Revista Internacional de Psicología
Clínica y de la Salud. 3(3), 595-613

Ryle, G. (1949). El concepto de lo mental. Buenos Aires: Paidós, 1967


Miguel Ángel Maldonado Herves


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